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Una Gran Aventura: La Muerte

Publicado en por Marianela Garcet

 Comenzaré hoy con una serie de entregas sucesivas de este maravilloso libro que explica muy detalladamente el proceso de la muerte, para acercarnos mejor a la idea del porqué de la reencarnación, a comprender el karma, y a tomar de otro modo a la muerte pues es una idea que aún no se comprende muy bien en el mundo occidental.

Una Gran Aventura: La Muerte
Por el Maestro Tibetano
Djwhal Khul (Alice A. Bailey



Se necesita valor para enfrentar la realidad de la muerte, y para formular en forma muy definida nuestras creencias sobre el tema... La muerte es el único hecho que podemos predecir con absoluta seguridad y, sin embargo, la mayoría de los seres humanos se rehusa a considerarlo, hasta que lo enfrenta de modo inminente y personal.


Las personas enfrentan la muerte de muy diversas maneras; algunas con un sentimiento de autocompasión, se hallan tan preocupadas por lo que dejan, por lo que termina para ellas, por el hecho de abandonar todo lo que acumularon en la vida, que el verdadero significado del futuro inevitable no les llama la atención. Otras la enfrentan con valor y encaran lo inevitable, miran la muerte con osadía, porque no pueden hacer nada más. Su orgullo los ayuda a salir al paso del acontecimiento. Aún otros rehusan considerar en absoluto esa posibili­dad. Se autohipnotizan hasta llegar a un estado donde el pensamiento de la muerte es rechazado por la concien­cia, que no lo considera posible, de modo que cuando llega, los toma de sorpresa; están inermes y lo único que pueden hacer es sencillamente morir. La actitud cris­tiana, por lo general, es más precisa en su aceptación de la voluntad de Dios, adoptando la resolución de con­siderar el acontecimiento como lo mejor que pudiera ocurrir, aun cuando no lo parezca desde el ángulo del medio ambiente y las circunstancias. La firme creencia en Dios y Su propósito predestinado para el individuo, lleva a pasar triunfalmente por los portales de la muer­te, pero si se les dijera que ésta es simplemente otra forma del fatalismo del pensador oriental, y una creen­cia fija en un destino inalterable, lo considerarían falso. Los que así piensan se escudan tras el nombre de Dios.




Sin embargo, la muerte puede ser más que todas esas cosas y enfrentada de distintas maneras. Puede tener cabida definida en la vida y en el pensamiento, y pode­mos prepararnos para ella como algo inevitable, pero simplemente es el Originador de cambios. De este modo haremos del proceso de la muerte una parte planeada de todo nuestro propósito de vida. Podemos vivir tenien­do conciencia de la inmortalidad, lo que agregará colo­rido y belleza a nuestra vida; podemos fomentar la con­ciencia de nuestra futura transición y vivir con la espe­ranza de su prodigio. La muerte así encarada, conside­rada como un preludio para una ulterior experiencia viviente, cobra un significado distinto. Se transforma en experiencia mística, una forma de iniciación, que alcanza el punto culminante en la crucifixión. Todas las anterio­res renunciaciones menores nos preparan para la gran renunciación; todas las anteriores muertes sólo son el preludio del estupendo episodio de morir. La muerte nos trae la liberación temporaria de la naturaleza corporal, de la existencia en el plano físico y de la experiencia visible, que quizás con el tiempo será permanente. Cons­tituirá la liberación de toda limitación, y aunque crea­mos (como lo hacen millones de seres) que la muerte es sólo un intervalo en una vida de progresiva acumula­ción de experiencia, o el fin de toda experiencia (como sostienen otros tantos millones), no puede negarse el hecho de que la muerte indica una transición definida de un estado de conciencia a otro. (22-243/5)









(tomado de: Una Gran Aventura: La Muerte
Por el Maestro Tibetano
Djwhal Khul
(Alice A. Bailey)

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